Repugnancia, asco, realmente parece no importarle, sacó su espada y sin más decidió perforar mis entrañas. Gracias a eso soy un caminante errado, pues errante ando por el mundo, y a pesar de mis esfuerzos la gente al pasar me ve inmundo.
Desdicha ha de ser mi nombre, por la forma en que me ven.
Divierte ver odio en sus miradas, humanos estúpidos, le temen a algo y deciden eliminarlo.
Así pasará la vida y marginada seguiré, pues en este mundo maldito
el anormal ha de perder.
Ingenua sociedad, jusga sin conocer. Esos hombres quieren al sol y a las estrellas, deciden dominar tu mente, estrujarla con sus pútridas manos, lentamente, suavemente.
Lasciva mirada en sus ojos, espadas en sus manos, no hay esperanza.
Creí tener la solución a tan desesperado sentimiento, pero este, al igual que otros, fue teñido por la sangre de los débiles.
Me encuentro sola en esta oscura cueva, a excepción de esas sombras borrosas, recuerdos de personas que alguna vez fueron.
Mira sus rostros, sus manos, ¿qué fue lo que pasó con el poderoso Dios?.
Me acerco a ellos, puedo sentir su furia, ese rencor guardado para con aquellos que los traicionaron.
Mira sus rostros, sus manos, dame una solución, o el cielo atacaré y no me detendré.
No me queda más que decir una última línea idiota, que la mente es poderosa cuando el corazón sincero, y por hecho del destino uno de los dos habré de perder.
Prosa algo inmadura, algo peor que ahora.
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1 comentario:
Destino, Razón, Dios, Corazón... nuestras obsesiones son parecidas en verdad. Excelente prosa. Una crítica al absoluto y a su curso mismo.
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